Estaciones del Alma

Revista on-line

Escrita y dirigida por supervivientes de suicidio

 

 

 

 

 

 

 

Cuando mi hija Megan tenía seis años ocurrió lo inimagin able.

Feliz Cumpleaños, papá

                                                  Por  Julia Lloyd

 

Cierta mañana invernal de 1994 me encontraba  en mi oficina, en Johannesburg, cuando sonó el teléfono. 

Era la madrina de Megan, mi hija de seis años. 

Me dijo de Kevin, el padre de mi pequeña, de quien me había separado hacia tres años, estaba muerto. 

Se había suicidado la noche anterior.

Me aterrorizó la perspectiva de tener que decírselo a Megan cuando saliera de la escuela, a las 2 de la tarde. ¿Cómo rayos puede uno darle semejante noticia a  una niña que piensa que el día de mañana será tan bueno como el de hoy? Tenes ganas de salir corriendo.

 

Meg me recibió con su acostumbrada exclamación de alegría y aún hoy se me hiela la sangre al recordar el insoportable miedo que sentí cuando se me acercó para que la abrazara .

La luminosa y tierna Meg, que irradiaba felicidad cada vez que me veía cuyos ojos se encendían cuando oía el nombre de su padre.

Sentadas en la terraza esa tarde, le mentí. En el mejor de los casos, se me podría acusar de buscar una salida fácil. Rodeé con mis brazos sus pequeños hombros, la miré a los ojos y, con el corazón a punto de salírseme, le dije:

-Meg, papá ha sufrido un grave accidente en su auto.

Esa noche atendía varias llamadas cuando un amigo me dijo que la noticia sobre Kevin estaba saliendo por televisión. Corrí, pero fue demasiado tarde, un extraño le estaba informando a Meg que su padre se había suicidado con el escape de su auto. Nunca olvidaré su cara cuando se dio vuelta para verme y exclamó:

- ¿Por qué no me lo dijiste?

Kevin Cárter fue fotógrafo de prensa; obtuvo el premio Pulitzer en 1994 por una sobrecogedora fotografía de un niño famélico en Sudán, en la que aparecía un buitre acechándolo en el fondo.

El y Megan siempre  habían tenido una relación muy estrecha.

Recuerdo con increíble claridad como me aferré el dedo pulgar de Kevin cuando ella nació. Mi vida dependía de ese pulgar. Lo apreté con tanta fuerza que al día siguiente le dolía. En cierto momento lo retiró para alcanzar una toalla y yo sufrí un ataque de histeria total hasta que pude asirlo de nuevo. Se portó extraordinariamente cuando acomodó el hombro izquierdo donde su hija para ayudarla a salir; luego lloró de felicidad al cortar el condón umbilical.

Alta. con pelo negro y lacio, los pómulos salientes y una gran sonrisa, Megan es la viva imagen de su padre. es brillante, alegre, apasionada y valiente; tiene su mismo entusiasmo por la vida, aunque también se deprime espantosamente cuando las cosas no le salen del todo bien, Ella lo adoraba y, antes de que pudiera enfocar su vida, era su voz la que más le gustaba. Tan pronto como pudo ver y sonreír, le demostró que él era lo mejor de su mundo.

En el servicio fúnebre, Meg se sentó erguida en la primera fila. Se veía tan pequeña entre sus abuelos, con callado dolor los hacia verse enormes. Cuando no miraba el horrible ataúd, daba vueltas a los lados. En cierto punto clavó la mirada a su abuelo y. con una compasión mayor que sus años, le tomó la mano.

Esa noche fui a hablar con ella mientras se bañaba. Tenía la cabeza sumergida en el agua, a punto de lavarse el pelo. Al verme, se sentó y me preguntó:

- Mamá, ¿exactamente cómo murió?

 ¿Qué hace que los chicos puedan pasar en un instante de escuchar los detalles de un envenenamiento con monóxido de carbono a enjuagarse el cabello? Vi una lagrima en la mejilla de mi hija durante el servicio y, cuando éste terminó, la encontré riendo y hamacándose fuera de la iglesia.

Las mentes jóvenes tiene una impresionante capacidad para separar sus emociones en comportamientos, algo que vamos perdiendo con el tiempo. La juventud nos permite poner la tristeza en un lugar y la felicidad en otro, pero,  conforme crecemos, éstas ya no pueden separarse. Cuando sangramos, la sangre se derrama en todas partes.

Al poco tiempo de la muerte de su padre, Meg preguntó si no le había dejado una carta. Le dije que no, que no había nada en el auto. Una semana después, mientras caminábamos con los perros cerca de la casa, me dejó helada al comentar.

- No me escribió nada porque ese día se sentía horrible.

Pronto aprendí a no sorprenderme con nada que dijera Meg. No hacía mucho del entierro, estaba yo en la cocina mientras ella jugaba con el gato, al que había acostado en el cochecito de muñecas. Se sentó frente a la mesa y me dijo:

-Mamá, he estado pensando y he decidido ir a ver si papá está bien. Quiero construir una escalera hasta las estrellas.

Dicho esto, se puso de pie y empujo el cochecito con el gato. Antes de perderse de vista, me soltó:

-No te preocupes. Necesito la escalera para poder regresar.

A la vuelta de siete días vino su siguiente petición, algo totalmente inesperado. “Quiero ir al sitio donde murió papá”. Esto no me gustó, pero ella lo pidió y había que hacerlo. Una tarde la llevé. Llegamos al lugar donde Kevin murió, estacioné el auto y nos sentamos afuera en silencio. Tras un largo rato, Meg suspiró y dijo:

-Al menos es un lugar bello para morir.

Nunca se guardó nada. Preguntas como “¿Quién me va a entregar el día que me case?” salían en los momentos en que ella necesitaba que salieran, y exigían respuestas inmediatas. Yo envidiaba su lógica y su necesidad de confrontación. Mas todavía, deseaba sus comportamientos para poder tener Malos Momentos en Lugares Tristes; para lidiar con mis sentimientos y después archivarlos.

Su frase: “Mamá, me siento....” siempre era la señal, aunque a veces sobraban las palabras. En ocasiones regresaba del trabajo y me la encontraba con una expresión solemne y una mirada peculiar, y sabía que era el momento de ir al Lugar Triste a conversar. Meg durmió conmigo en esas primeras semanas, y su sueño fue inquieto. Cierta noche se abrazó desesperadamente a mí y tenía las mejillas húmedas.

-Si me quería tanto, ¿por qué se murió?- me preguntó.

Hoy recuerdo las conversaciones que tuve con ella, mientras el resto del mundo dormía, como algo precioso. Me maravillaba el nuevo papel que me había tocado ver. Ahora dependía de mí llenar el gran vacío que le había dejado en el corazón la muerte de su padre.

Una helada Mañana de domingo, dos semanas después  de su muerte. las cenizas de Kevin fueron esparcidas alrededor de un rosal. Meg ayudó a su abuelo con la urna. Fue un espectáculo terrible; esa pequeñita, con su pantalón de jeans y su campera, de pie junto a su abuelo arrodillado, vaciando los restos de su padre en la tierra.

regaron el rosal y todos nos fuimos a casa.

Hoy en día, los Momentos Tristes en Lugares Tristes son cada vez menos frecuentes. Quizás esto se deba a que, después de cinco años, Meg ha cruzado la frontera que le permite separar sus diferentes emociones y, cuando siente dolor, éste se vierte en todas partes.

El año pasado el cumpleaños de Kevin  cayó domingo y Meg pasó la tarde jugando en el jardín.  A la mañana siguiente mi padre fue a buscarme  para pedirme que lo ayudara a levantar el “juego” que Meg había armado. Intrigada, salí y vi, escrito sobre el césped con piedritas del jardín acuático, el mensaje ”Feliz Cumpleaños, papá. Te Quiero (un corazón)” en grandes letras

El arreglo del césped, que se  hace los lunes por la mañana, podía esperar hasta que Meg regresara de la escuela. La llevé afuera y le dije que había sido un lindo gesto de su parte recordar a papá en su cumpleaños. Muy contenta, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja: “Lo escribí con letras grandes para  que lo vea desde donde llega colando a jugar antes de venir a mi corazón”.

Ahora puedo verla, como en esa tarde, y alegrarme de saber, sin asomo de duda, que los recuerdos  de su padre siempre estarán con ella, guardados en su interior o compartidos, como ella lo desee, pero desprovisto de resentimiento o enojo. Su alegría y optimismo le han dado el mayor poder del mundo: el poder de recordar sin rencor y de amar pura e incondicionalmente.

Mientras recogíamos las últimas piedritas, se dio media vuelta hacia mí con la cara radiante.

Fuente: Seleciones.com

Selecciones Reader´s Digest. Octubre 2001

 

 

 

estaciones_del_alma@yahoo.com.ar

 

ESTACIONES DEL ALMA – 1 era Edición Abril 2002

20/04/200120/04/2002

"Cumplimos nuestro Primer Año"

http://communities.latam.msn.com/dueloporsuicidio/